Los últimos años de Lowry en Dollarton fueron tiempos de lucha consigo mismo, con su obra y con el mundo. La única nota favorable de ese período fue la llegada de David Markson, un joven estudiante de la Universidad de Columbia, Nueva York, que en junio de 1951 le escribió una carta informándole que había elegido Bajo el volcán como tema para su tesis de bachiller y que quería ser escritor. Lowry tenía la edad de Markson cuando se dirigió, también por carta, a Conrad Aiken. La situación se repetía y eso motivó a Lowry. En una de sus primeras cartas Malcolm le dijo; “Querido David Markson: …apenas recibí tu carta me pareció que yo también había estado leyendo a Faulkner, seguido a todo correr por Djuna Barnes, Dante, Joyce, etc., y que me sentía horrorizado por mis limitaciones… Por cierto, si puedo decírtelo en un tono del todo jovial y educado, al escribir esto cometiste un maravilloso error, a menos que lo hicieras a propósito: pusiste Frightened (horrorizado), pero tu sabia máquina de escribir tuvo el acierto de poner freightened (fletado). Te lo comento porque empecé esta carta a lápiz, y continúo usándolo; como disculpa te diré que nuestra máquina de escribir está en un taller de coches para que le limpien sus engranajes interiores con un instrumento eólico que se usa para inflar neumáticos; así pues, al escribir a lápiz, no me expongo a cometer tales errores… Si, a pesar de eso cometo alguno, todo lo que puedo decir es que ojalá sea tan estupendo como el tuyo. Porque a través de él dijiste un montón de cosas. Si tienes vocación de novelista, no podrías hacer nada mejor -en mi sincera opinión, aunque no nueva- que sentirte “fletado” en vez de “horrorizado” por dichas limitaciones: uno (ante el “horror” de la vida) debería llevar esas limitaciones consigo hasta Palembamg y allí repetirlas tan ordenadamente como sea posible -¡después de todo, esas limitaciones se cuentan entre los fletes más valiosos que poseemos!-. Sin embargo, no pretendo decir, no del todo, lo que Melville dice maravillosamente en algún lugar: uno no debería esperar a que haga buen tiempo, porque eso nunca ocurre ni en la tierra ni en el mar, sino que, asumiendo los propios desvaríos, debería lanzarse a su objetivo, dejando el resto a la suerte…” (Dollarton, BC. Canadá. 20 de junio de 1951). Lo que quiero decir con todo esto es: 1. David Markson recibió lecciones importantes de su maestro. 2. Lowry había aprendido que las máquinas son herramientas pero que se puede vivir sin ellas. 3. Que las limitaciones propias son dones a las que se puede sacar provecho. 4. Que la vida exige valor y 5. Que bien alimentados con Dante y Faulkner y Djuna Barnes y Joyce y Melville podemos enfrentar todos los “horrores” de la vida sin acabar “horrorizados”. Y eso fue justamente lo que hicimos en el XV Coloquio Internacional Malcolm Lowry 2020 en la gran fraternidad de Lowryanos del planeta tierra.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario