FUNDAÇÃO MALCOLM LOWRY

FUNDAÇÃO MALCOLM LOWRY

Este blogue foi criado com o intuito de unir a comunidade lowryana de todo o mundo, a fim de trocar ideias e informação sobre o autor, promover a organização de conferências, colóquios e outras actividades relacionadas com a promoção da sua obra. Este é o primeiro sítio trilingue feito no México sobre o tema. Cuernavaca, México.


Malcolm Lowry Foundation


This blog was created to comunicate all lowry scholars, fans and enthusiastics from around the world in order to promote the interchange of materials and information about the writer as well as organize events such as lectures, colloquiums and other activities related to the work of the author. Cuernavaca, Mexico.


FONDATION MALCOLM LOWRY

Ce blog a été crée dans le but de rapprocher la communauté lowryenne du monde entier afin de pouvoir échanger des idées et des informations sur l'auteur ainsi que promouvoir et organiser des conférences, colloques et autres activités en relation avec son oeuvre. Cuernavaca, Morelos, Mexique.


domingo, 27 de mayo de 2018

Geoffrey Firmin, señor de los perros

En Mesoamérica los perros acompañaron siempre a las personas no sólo mientras pasaban por este mundo sorprendente, sino más allá, en el inframundo. Para ayudar al muerto a vencer las duras pruebas a que debía enfrentarse, se le daba por compañero un perro, que moría con él y caminaba delante guiándolo por las sendas del más allá. Todavía más, ese ser formaba parte del panteón mesoamericano: Xólotl, hermano gemelo de Quetzalcóatl a quien ayudó a robarse los huesos del Mictlan para molerlos y mezclarlos con su sangre y con esa masa hacer la carne de los hombres. Xólotl conocía a la perfección los caminos a través de la corriente y conducía a los muertos al Mictlan.
La alucinante vida que el Cónsul mantuvo en México y que transcurre a lo largo de doce capítulos en Bajo el Volcán, estuvo poblada de perros. Pasan con su alegría y sus penas, flacos, despreciados o amados, arrastrando sus cuerpos por muchas páginas del libro y en la ciento cuarenta y uno de la edición de Era se dice como tautología: “tras ellos caminaba el único ser viviente que compartiera su peregrinación: el perro”.
No parece que Lowry haya estudiado la teología mesoamericana, pero intuyó, observando la vida cotidiana, el notable lugar que tienen los perros en esta sociedad, y logró conectar esta noción con los Cínicos de Grecia, aquellos filósofos que destacaron por defender y practicar un ideal de vida fuera de las convenciones sociales. Además, siguiendo la idea de Jean Levi que dijo: “ningún autócrata ha disfrutado de un poder comparable a aquel del que goza un pobre diablo que tiene la intención de quitarse la vida”, dibujó, en la figura de Geoffrey Firmin, al hombre verdadero que llega a ser poderoso en el momento en que, por decisión propia, es un ser para la muerte. Es por eso que el Cónsul vive una vida de marginado social, muy parecida a la de aquellos hombres sabios de la antigüedad que dormían como perros, comían como perros y acababan muertos como perros. “De pronto gritó, y fue como si este grito fuera proyectado de árbol en árbol, como si sus ecos regresasen y, luego, como si los árboles se cerraran sobre su cabeza, apiñados, se cerrasen sobre su cuerpo, compadecidos... Alguien tiró tras él un perro muerto en la barranca”.

FG
Quauhnáhuac
27.05.18


domingo, 20 de mayo de 2018

Geoffrey Firmin, alquimista




La alquimia surgió entre los griegos y los chinos, los alejandrinos la hicieron progresar al inventar el alambique y, a través de ellos, pasó a los árabes, quienes la introdujeron en Europa entre los siglos XIII y XIV para luego decaer a partir del siglo XVI. Los alquimistas idearon experimentos y perfeccionaron técnicas por las que pretendían lograr la transmutación de los metales. Pero su base era espiritual: a través de la “Gran Obra”, es decir, el hallazgo de la piedra filosofal y el elixir de la inmortalidad, el hombre debía transformarse a sí mismo hasta afirmar su unidad interior y con el Cosmos, del que formaba una parte escindida. Su carácter místico e iniciático llevó a sus practicantes a usar un lenguaje hermético. El Cónsul, como buen alquimista, en muchas ocasiones usa este lenguaje para tratar de las sombras entre las que se mueve y buscar la inmortalidad, de allí el desconcertante anuncio: “¿Le gusta este jardín que es suyo? ¡Evite que sus hijos lo destruyan!”. El Cónsul no aspira a cambiar los metales en oro, ni pretende encontrar la panacea, busca más bien encontrar la permanencia que acaso halló como alquimista, en el último momento: por el fuego... “...caía en el interior del volcán, después de todo debió haberlo ascendido, si bien ahora había ese ruido de lava insinuante que crepitaba en sus oídos horrísonamente, era una erupción, aunque no, no era el volcán, era el mundo mismo lo que estallaba, estallaba en negros chorros de ciudades lanzadas al espacio, con él, que caía en medio de todo, en el inconcebible estrépito de un millón de tanques, en medio de las llamas en que ardía un millón de cadáveres, caí en un bosque, caía...”
En los altos estantes de su biblioteca “miraba, ¡por Dios!, Un Tratado del Azufre, escrito por Michall Sandivogius i. e. en anagrama Divi Leschi Genus Amo: El Triunfo Hermético o la Piedra Filosofal Vencedora, Tratado más completo y más inteligible que cualquiera de los hasta hoy escritos, referente al Magisterio Hermético” y se miraba a sí mismo ¡por Dios!, como alquimista de esos que todavía practican el sutil arte del combate consigo mismo.

FG
Quauhnáhuac
20.05.18

domingo, 13 de mayo de 2018

Geoffrey Firmin, cabalista



Según una antigua tradición la lengua que Dios habla y que enseñó a los hombres en el Jardín, es el hebreo. Se trata de una lengua curiosa porque su escritura carece de vocales, se escriben sólo las consonantes. De allí su ambigüedad y riqueza: el sentido del texto se revela en el momento en que se articula verbalmente o en el que el lector descifra el texto. Por ejemplo “EMET” significa verdad y “MET” muerte, pero como sólo están escritas las consonantes, en realidad la palabra significa ambas cosas para distintos lectores. Muchos pensadores han dicho que la lengua, hablada y escrita, piensa, articula, estructura y reproduce la realidad, pero la mayoría de las lenguas, una vez consolidadas, sólo permiten una única interpretación, mientras que la realidad es multisignificativa. En este sentido el hebreo es una lengua maleable y se parece más al mundo y, como él, permite varias lecturas que aprovecha muy bien la Cábala y El libro del esplendor.
En la antigua literatura hebrea, la Cábala era el cuerpo total de la doctrina recibida, es decir, no sólo la Torá; y las veintidós letras del alfabeto hebreo son las claves para la interpretación. Aquí es donde se ancla la Cábala como un movimiento místico, porque ha entendido que el estudio y la investigación son formas de oración, y exegético porque se ha dedicado a interpretar el texto escrito. Dentro de esta tradición Lowry y con él, el Cónsul, descifra, interpreta, permuta y vincula la relación “yo-mundo”.
El mismo Lowry, en su carta a Jonathan Cape, dice que “...el estrato más profundamente soterrado de la novela, o poema, que la adscribe al mito, lo hace a través de la Cábala.” Firmin vive el último día de su vida como si fuera leyendo un texto escrito de antemano con puras consonantes al que un lector atento y estudioso va poniendo vocales y comprendiendo, en el mismo momento en que va sucediendo, la vida. A lo largo de la novela, el Cónsul está intentando establecer, a través de las Sefirot, la relación entre un mundo inmutable y eterno y el universo perecedero y finito en el que vive: “¿por qué artes fabulosas, sólo comparables por cierto con los caminos y esferas de la sagrada Cábala, habría podido volver a encontrarse en ese estado al que antes había llegado sólo una vez, y muy brevemente, esa misma mañana, ese estado en el que sólo él podía, según ella, «enfrentarse a la situación», ese estado fugaz y precioso —tan difícil de mantener— de ebriedad en que sólo él estaba sobrio?”

FG
Quauhnáhuac
13.05.18

domingo, 6 de mayo de 2018

Geoffrey Firmin, teólogo III

“¿Hubo un Jardín o fue el Jardín un sueño?”, el endecasílabo es de Borges, pero hace crujir las cuadernas de Bajo el Volcán, este barco silente que hiende el Mar de los Sargazos en el viaje que nunca termina y es de la misma trama de la bengala que traza la ruta de la novela: “¿Le gusta este jardín que es suyo?”
“¿Quién hubiera creído jamás que algún desconocido sentado, digamos, en un baño, en el centro del mundo, pensando míseros pensamientos solitarios, pudiera determinar el sino de todos…?”, el Cónsul está pensando el mundo y lo crea y lo destruye a la vez, como los antiguos Dioses Mesoamericanos “Nel mezzo del puerco cammin di nostra vita...”
Es decir, lo que el Cónsul está pensando mientras chupa un limón o se sienta en el baño, es que el Jardín está aquí, es éste, éste que vemos sin ver todos los días, que nos corresponde y del que somos responsables.
No es casual que todo transcurra el dos de noviembre y que haya procesiones y velas y rezos y muertos a la vera del camino y dolente dolore y toros y feria y borrachos y traiciones. “¿O acaso es porque al través del infierno hay un camino, como bien lo sabía Blake, y aunque no lo recorra, en los últimos tiempos he podido verlo a veces en mis sueños? Me parece ver ahora, entre los mezcales, esa vereda, y más allá, extraños paisajes, como visiones de una nueva vida...”
Pero, hay más, aunque para eso se necesita que el sistema nervioso esté electrizado por el rayo del “mezcal, por favor”, la plenitud del Jardín que se extendía al otro lado de la carretera principal con “campos y boscajes entre los cuales serpeaban un río y el camino de Alcapancingo. (Donde) La atalaya de una prisión se elevaba sobre un bosque entre el río y la carretera que se perdía más adelante, allá donde las colinas purpúreas de un paraíso a la Doré desaparecían en la distancia. (Mientras) En la ciudad, las luces del único cine de Quauhnáhuac, que construido en una colina se destacaba notablemente, se encendieron de pronto; vacilaron un momento y volvieron a prenderse…”, es la convicción (emparentada con “convicto” y con “prisión”) de que  ‘No se puede vivir sin amar’.
Eso es todo: no… se… puede… vivir… sin… amar… Ésta es la conditio sine qua non para vivir en el Jardín, el Paraíso Viviente.
¿Le gusta este jardín que es suyo?
FG
Quauhnáhuac
06.05.18