lunes, 24 de noviembre de 2014

Gaby Videla y el volcán


Estas fotos  fueron tomadas todas desde el balcón de mi casa, situada en una loma de Cuernavaca con vista a los cerros de Tepoztlán y los volcanes Popocatepetl e Iztaccihuatl, con una pequeña cámara digital cannon Shot SD 400ELPH de 5 pixeles y nunca pretendieron ser exhibidas.

Desde que me instalé, hace 40 años, en Cuernavaca, en un exilio obligado por la dictadura de Pinochet, he estado a la distancia de 100 kilómetros del volcán Popocatepetl, prendada, rendida a sus encantos cambiantes, inesperados, siempre mágicos.

Cuando la atmósfera aún era diáfana, jugábamos a las escondidas en la topografía de barrancas, lomas y recovecos de la ciudad.  Aparecía  a la vista en algunas calles y se ocultaba en otras, a  menudo nevado contra el cielo azul.  Me cansé de ese juego  y emigré a una zona alta para tener el privilegio de observar,  sin obstáculos, al gigante que vigila  los valles en sus enormes territorios.

A medida que el tiempo pasa y se urbanizan los espacios, un velo de neblina y smog nos priva durante muchas horas del día de su presencia.  Me he obligado a contemplar los amaneceres para ver su figura emerger de las sombras de la noche hacia la luz de la mañana, en tonos fríos o cálidos, con brillos deslumbrantes en matices rojos, naranjas,  amarillos, marrones, mezclados con los tonos de un cielo a esas horas todavía limpio, con el sol girando a su alrededor en el cambio de estaciones y su humareda cotidiana en columnas rectas  en dirección vertical u horizontal, surgidas con fuerza inaudita del fondo de su vientre, o en arabescos que juguetean con el viento.
Gabriela Videla González
Cuernavaca, Morelos
Noviembre de 2014
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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